Estimados amigos:
El cartero está de vuelta. Quienes pensaron que al fin me habían callado, se alegraron demasiado temprano. Sólo me tomé dos semanas de vacaciones.
¿Qué temas me perdí en estas dos semanas?
El cerco militar a Soyapango para ‘extraer’ pandilleros. Qué extraño, un cerco militar con 10 mil efectivos en una ciudad que, según su alcaldesa, la ‘novia de Soyapango’, ya era la ‘más segura de América Latina’. El presidente anunció que ahora viene la fase cinco del misterioso ‘plan de control territorial’: ‘la extracción’ definitiva de los pandilleros de las comunidades, mediante operativos militares de cercar las principales ciudades.
Uno se pregunta: ¿Cuántos pandilleros quedará por ‘extraer’ luego de detener a 60 mil supuestos terroristas y de 10 meses de régimen de excepción? Y la otra pregunta que todos nos hacemos: ¿Por qué el presidente anuncia con bombos y platillos este plan de los cercos militares? ¿Para darles tiempo a los terroristas de prepararse, apartarse, hacerse invisibles?
Bueno, la respuesta a todas estas interrogantes es muy sencilla: No es un plan de seguridad, es otro plan mediático, de propaganda, de show y como tal, necesita publicidad. Un plan de seguridad, en cambio, requiere de secretividad.
Cuando en febrero decretaron el estado de excepción, que hace meses dejó de ser excepcional y se convirtió en el nuevo régimen permanente de restricciones a las garantías constitucionales, uno se preguntaba: ¿Cómo es posible que luego de tres años de publicidad gubernamental, que hablaba de los éxito del mentado plan de control territorial, el gobierno se dio cuenta que en el país había, según la versión oficial, unos 80 mil terroristas libres, controlando comunidades, colonias y municipios y que se necesitaba un régimen de excepción para encontrarlos, capturarlos y enjuiciarlos?
Algo no cuadra en todo esto. Una de las dos cosas es ficción y pura mentira: o el éxito del plan de control territorial empleado entre 2019 y 2021 o la necesidad de un estado de excepción.
Y ahora, luego de 60 mil capturas de presuntos pandilleros terroristas, nos cuentan que necesitan poner cercos militares a las ciudades, invadir las colonias, sujetar a la población marginada a nuevos retenes, allanamientos y vejámenes para ‘extraer’ pandilleros. Desde el día que el presidente lo anunció públicamente, era claro que se trataba de otro show mediático y no de un plan de seguridad. 10 mil efectivos militares y policiales y cientos de miles de residentes se están convirtiendo involuntariamente en los extras de un gigantesco show del gobierno.
El otro tema actual: la anunciada ‘reforma’ de pensiones. Nuestro sistema de previsión social tiene problemas estructurales, que todos los expertos conocen, pero que nadie quiere tocar. El más importante es la mínima cobertura para la población, incluso de la población laboral. La gran mayoría no puede esperar ninguna pensión. Para resolver esto, el país requiere de una gran reforma social, no de una mezquina reformita que sólo abarca el sistema existente de pensiones.
Incluso, si la reformita de Bukele lograra mejorar la muy baja rentabilidad de los fondos de pensiones administrados por las AFP, no resolvería ninguno de los problemas estructurales. Lo mínimo que tiene que hacer el gobierno es financiar el sistema de pensiones en vez de desfinanciarlo permanentemente para poder cubrir su enorme déficit fiscal. Pero esto no lo va a lograr nunca, mientas no resuelva su desorden fiscal, el despilfarro y el ahogamiento del crecimiento económico.
Financiar una pensión universal con las cotizaciones de los pocos que tienen empleos formales es imposible, hagan las reformas que quieran a las AFP. Para que todos los trabajadores puedan recibir la pensión mínima que les garantice una vejez digna, se necesita que el Estado tenga la voluntad y la capacidad de subvencionar con fondos públicos la ampliación de la cobertura del sistema de pensiones. Pero repito: para poder pensar en esto, primero habrá que eliminar el desorden fiscal del gobierno y sus políticas clientelistas.
Todo lo demás es propaganda.
Saludos, Paolo Luers