Ciudadano presidente:
Como un niño que por berrinche se niega a reconocer que se ha equivocado, usted anunció que cada día va a comprar un Bitcoin. Si cumple con esta amenaza todos los días hasta que termine su mandato nos costará:
- 560 días x $16,555 (valor de hoy) = $9,270,800.
- Si se queda hasta el 2028, como pretende, serán: 2021 días x $16,555 = 33,457,655.
- Si sube el valor del Bitcoin, serán más altos los números.
En Twitter, donde siempre anuncia sus decisiones presidenciales, dijo: “We are buying one Bitcoin every day starting tomorrow - Nosotros vamos a comprar un Bitcoin cada día, empezando mañana.” Nosotros es mucha gente. Debería decir como realmente es: Yo, Nayib Bukele, desde mi casa, desde mi teléfono y a la hora de la noche que me ronca la gana, voy a comprar 1 Bitcoin cada día.
La pregunta es: ¿Con qué dinero? ¿Con su dinero? No. Pero tampoco existe en el presupuesto de la República un rubro Compra de Bitcoin. Ni en la contabilidad. No existe ningún trámite legalmente vigente que autoriza al presidente a comprar, con fondos públicos, Bitcoin, los cuales van a aparecer en la cuenta personal de usted, con un código secreto de acceso, que sólo lo tiene usted.
Usted escribió, en una revista especializada para los seguidores del culto al Bitcoin, un artículo para justificar que El Salvador (o sea, usted) sigue apostando al Bitcoin, aunque el valor de esta criptomoneda haya caido al suelo, aunque las multibillonarias agencias de transferir y manejar las criptomonedas están quebrando o bajo investigación de las autoridades de supervisión del sistema financiero en Estados Unidos y Europa. Su argumento: Aunque hayamos perdido $50,000,000 con nuestras inversiones en Bitcoin, ¿qué importa una suma tan pequeña en un país que anualmente produce 2,800 millones cada año.
Qué galán. Puede seguir jugando, apostando, chiviando con dinero público, ¿y qué? ¿A quién le importan los 50 millones ya perdidos y los $16,555 que usted va apostar cada día hasta que salga de Casa Presidencial? Además, lo que su obsesión de jugar casino nos ha costado, no son $50,000,000, son más o menos $400,000,000, que usted ha gastado en la introducción del Bitcoin y su juguete inútil Chivo.
Bueno, a usted no le importa. Es obvio. A los ciudadanos sí nos importa, porque muchas de las necesidades básicas de la gente no están cubiertas, porque el Estado no tiene dinero. $400,000,000 es el mismo monto, que ustedes acaban de recetarse de préstamos de emergencia para seguir flotando hasta el fin del año.
Quien lleva su dinero al casino, ya es algo tonto.
El que sigue llevando su dinero al casino, aunque siempre pierde, es imbécil.
Pero el colmo es quién pide prestado para seguir chiveando y perdiendo. Esto no tiene nombre.
Es claro que usted hace este tipo de anuncios locos -de seguir comprando Bitcoin todos los días- para quedar bien con los grandes gurús y estafadores del Bitcoin. No es casualidad que varios de ellos -una mezcla de los más locos profetas y los más ricos mercaderes del Bitcoin- se encuentren en El Salvador y fueron recibidos en Casa Presidencial como visitas de Estado. Ellos lo adoran, porque es el único presidente de un país que adoptó Bitcoin como moneda oficial. Y ahora, que todo el sistema de transar con Bitcoin está en crisis, ellos esperan que usted les siga siendo fiel. Pero, presidente, hay fidelidad que es un valor moral, pero también hay fidelidad que raya a la imbecilidad. Y ser fiel a estos mercaderes aventureros, que ponen en riesgo el dinero de miles de creyentes, es de esta última categoría.
Uno de esto tiburones, el señor Sam Bankman-Fried, quien fue uno de los ponentes de honor en la famosa conferencia Bitcoin en la playa, acaba de desaparecerse con miles de millones de dólares, que creyentes del Bitcoin le habían confiado. Esta es la calidad de sus invitados de honor. Es una relación simbiótica: ellos necesitaban un país como laboratorio de experimentación, y usted necesita de la adoración de estas figuras. Pero los que pagan la cuenta son todos los salvadoreños.
Tengo claro que no hay manera de hacerle recapacitar y parar. Así que vamos a seguir pagando por sus obsesiones. Ojala que los salvadoreños se den cuenta que usted los está tomando del pelo todos los días.
Sin más que agregar, Paolo Luers