Recibiremos diciembre dentro de la octava prórroga de un Régimen de Excepción que ya no tiene nada de excepcional, y que se ha convertido en una política permanente. Esta medida, de corte populista y cortoplacista, es la que mejor puede vender el gobierno por medio de su aparato de propaganda y, mientras lo hacen, los salvadoreños siguen sin conocer cuánto dinero ha perdido el oficialismo en su apuesta por el Bitcoin o cuándo finalmente se mejorará la infraestructura del Hospital Rosales. ¿Cuántos renders de proyectos incumplidos podemos contabilizar durante este año? ¿Cuántos más podemos contar durante los últimos tres años? Son puros espejismos de la propaganda y esta misma logra que la gente los olvide o perdone su incumplimiento.
He hecho alusión al Régimen de Excepción porque el aparato de propaganda necesita combustible para que los espejismos no fracturen la imagen del gobierno, y resulta que el Régimen de Excepción fue la casualidad perfecta para que el oficialismo oculte sus fracasos. Es diesel puro para la propaganda. La fuerza bruta no necesita renders pero sí justifica la compra de armas y otros insumos que este gobierno ha realizado por encima de los intereses de la educación y la salud. El clima de un sistema de mayor seguridad es intangible, y al serlo, no hay manera de constatar que tan duradero es o cómo se edificó, como si podríamos hacerlo con algún hospital o una escuela. Hago una aclaración: no digo que este mal que se combata al crimen organizado, pero si esa es la carta de presentación de un gobierno que ha mentido tanto, que no rinde cuentas, que ha pactado con criminales y que posee una estructura criminal rondando al gabinete presidencial, ¿qué otras cosas nos están ocultando?
Si escudriñamos en los renders de los proyectos que el oficialismo ha prometido irresponsablemente, podemos contabilizar más de dos decenas de proyectos sin cumplir, además de otras mentiras descaradas. No sabemos cuántos viajes ha realizado el Presidente, tampoco eliminó el gasto de la partida secreta, nunca llegaron las tres lanchas ambulancia que esperaban los habitantes de la isla La Pirraya, no prosperó una Comisión Internacional Contra la Corrupción, y no nos convertimos en el centro financiero del mundo. En síntesis, el dinero no alcanza, pero las mentiras sobran. ¿Cuál es el gran triunfo del Presidente de El Salvador? ¿Haber hablado directamente con Dios cuando se tomó la Asamblea Legislativa con decenas de militares el 9F? ¿Haber sustituido ilegalmente a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y al Fiscal General? ¿O haber encontrado un artículo escondido en la Constitución para reelegirse como Presidente? Todo lo anterior, realmente solo es el resultado de la propaganda y los espejismos.
Los desfalcos de Funes y Saca rondan la misma cantidad que el actual gobierno ha depositado en la apuesta del Bitcoin, una apuesta que se ha desplomado drásticamente. Sigue siendo un secreto cómo se ha administrado ese dinero, como también cuál es el proceso de toma de decisiones para comprar Bitcoins con fondos públicos. Lo que sí es una realidad es que esta es la política más impopular del oficialismo, eso está demostrado en las encuestas, y ante ello, la propaganda y los espejismos hacen todo lo posible para que el tema se aleje de los reflectores públicos. De nuevo vale la pena cuestionar: ¿qué más nos están ocultando?
Este gobierno tiene señalamientos claros de corrupción, de pésima administración de los fondos públicos, violaciones a los derechos humanos, promesas falsas, abuso de fondos públicos, nepotismo, pactos con criminales, cero rendición de cuentas y mucho más. Su lista de acciones negativas es mucho más larga que la de promesas de campaña.
El bukelismo es una burbuja que subsiste de la propaganda y los espejismos, y cuando reviente, porque va a reventar, será escandaloso saber todo lo que hoy nos ocultan. Esto último, hasta ellos mismos lo saben y por eso quieren seguir por más tiempo en el poder. La clave y el gran reto está en hacer que la burbuja reviente. Más pronto que tarde.
Comunicólogo y político