La victoria de Lula es buena y también mala noticia para Brasil y el mundo. Por una parte y pese a su pragmatismo, surge el expediente de la corrupción de su previo régimen y la exportación de este flagelo a través de los gobiernos chavistas izquierdistas del ALBA, el Foro de Sao Paulo y Odebrecht.
En muchos sentidos Lula y sus principales seguidores son, literalmente, más rojos que un tomate, lo que les llevó a fundar el autodenominado “Foro de Sao Paulo”, una especie de guía para partidos de extrema, extrema, extrema izquierda en su lucha por el poder.
Ese grupo inclusive tuvo una convención en nuestro país, a la cual asistieron chinches y talepates además de gente con la cabeza en su puesto que llegaron para enterarse e inclusive participar en las discusiones.
Las propuestas de Lula sobre la conservación de la selva amazónica hacen mucho sentido, a diferencia de lo que impulsó Bolsonaro de talar mucha selva para promocionar la ganadería, lo que iba camino de dañar los equilibrios ecológicos en el inmenso territorio del Amazonas, que reúne selvas peruanas, colombianas y venezolanas.
Pero ni Lula ni Bolsonaro tienen el poder de dar a Brasil un rumbo decisivo en uno u otro sentido, ya que los estados (Brasil es una federación de estados similar a la Unión Americana) tienen mucho poder, cuidan celosamente ese poder y no van a cederlo. Hay regiones de Brasil con un fuerte componente africano, mientras otras, como Novo Hamburgo, son trasplantes alemanes y en algunas los japoneses han dejado su marca.
Como decimos, lo de Lula asusta mucho pero tiene su buena faceta toda sociedad tiene sus diligentes como asimismo sus parásitos…
Ojalá que la historia de corrupción no se repita.
Toda sociedad tiene sus diligentes como asimismo sus parásitos…
Lula lidera el Partido de los Trabajadores.
El meollo del asunto es ¿quién califica como “trabajador” y a quiénes puede aplicárseles el peyorativo título de “burgués”, en teoría el personaje que “explota” al trabajador y se aprovecha de la “plusvalía” de lo que éste produce?
La tesis de Marx ha llevado a la muerte a más de cien millones de seres humanos en los cien años desde que fue lanzada con el manifiesto comunista de 1848. Cada año que pasa sigue el número de muertos, encarcelados o perseguidos.
Marx predicó que “los medios de producción” deben estar en manos de los “trabajadores”, cuando la producción apenas iniciaba la industrialización, basándose en usinas de acero y similares.
La pregunta que no se hizo es ¿qué papel juegan, en la producción, los financieros, los encargados de mantenimiento, los planificadores? Es casi proverbial que con frecuencia la primera luz que se enciende en muchos centros de producción es en la oficina del dueño o gerente general, así como la última luz que se apaga es también la misma.
¿Es menos “trabajador” el cirujano, el director de orquesta o el programador que un violinista, albañil o el peón que se emplea para hacer una zanja? De tales erradas concepciones es que se origina el mal o insuficiente mantenimiento de equipos o instalaciones en las “dictaduras del proletariado”, como sucedió bajo la demencial dirección de Stalin en Rusia.
Al lado de las personas que anhelan poder trabajar y estar activas mientras tengan vida, están los parásitos y zánganos de todo grupo humano como los que viven de instigar la demagogia y lucha de clases.