Compartimos con la República de Corea, con los familiares de las víctimas, con los médicos y personal que asistió a los heridos y han participado en la tan dolorosa tarea de separar a los que murieron de los que han podido sobrevivir, el profundo dolor que les embarga, un dolor que conmueve a toda persona civilizada.
Los coreanos se enfrentaron con todos los medios que pudieron ante lo que se describió como “escenas apocalípticas”, tratando heroicamente de salvar a las víctimas entre la multitud aprisionada en un callejón estrecho en Seúl, la capital.
Corea del Sur es un ejemplo luminoso de nación que literalmente se ha levantado de sus cenizas a lo largo de su historia, pues durante milenios fue tierra de paso de conquistadores y guerreros, siendo el último episodio la guerra que en los Años Cincuenta enfrentaron los Aliados liderados por Estados Unidos contra las huestes comunistas que tenían control en China y el norte de la península.
Resurgir de los escombros de esa conflagración es uno de los grandes milagros humanos de nuestra época, el milagro de la economía de mercado que reconstruyó Alemania y ha sido la fórmula para que Japón lograra superar la devastación de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el lanzamiento de dos artefactos atómicos sobre ciudades pobladas, el deshumanizado acto de Harry Truman, el hombre que ordenó la destrucción de Alemania después de que el país estaba vencido.
Corea logró colocarse como una nación industrial innovadora gracias a la visión de uno de sus grandes líderes, el general Park Chung-hee, que fundó la fábrica de acero que sería el espinazo de la industrialización: Posco, cuyo lema es una enseñanza para todos los tiempos:
“Los recursos son limitados; la imaginación es ilimitada…”.
Esa “ilimitada” imaginación se refleja en las tecnologías y productos que empresas como Samsung, Hyundai, Kia, LG o Fila, vienen desarrollando y están al servicio de los hombres a lo largo y ancho de nuestro mundo contemporáneo y de futuras generaciones.
Corea del Sur es una democracia aliada de Occidente, que ha firmado con Estados Unidos un tratado de asistencia mutua. Como sociedad libre, tolerante, está hermanada con todos los pueblos que valoran la libertad como el supremo bien de todo hombre, que se esfuerzan por erradicar el oscurantismo, las supersticiones, el odio.
Se dice —lo que es un imborrable recuerdo para quienes lo vivieron— que las puestas en escena de “los pequeños ángeles” que patrocinaron los seguidores del reverendo Moon, un movimiento que perdura al día de hoy, fueron el espectáculo más bello que hayan visto, una conjugación de música, danza, decorados que se integraban entre sí, lo que asumimos rodea al Supremo Hacedor con su cohorte de ángeles…
Que Dios se apiade de las víctimas y sus familias
Lo sucedido en Seúl ha recordado similares tragedias que han azotado diversos pueblos, entre ellas las de La Meca y la India, en Indonesia en el Estadio de Java Oriental y otras aglomeraciones diversas donde la gente muere asfixiada, pisoteada por masas que huyen de algo que les conmociona, así como las masacres causadas por bombas terroristas en mezquitas, iglesias o mercados.
Muchos de esos horrores son causados por individuos que no abren los portones en espacios cerrados, por no tomar precauciones en espectáculos multitudinarios, por no anticipar lo que un gentío puede causar cuando intenta escapar de algo sin precaverse…
Los 150 muertos, los 80 lesionados, las familias desgarradas al perder hijos, hermanos, esposos, dolores que jamás abandonan el recuerdo, son heridas que nunca cierran, que durante generaciones quedan en la memoria de los pueblos…