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El pobre que toca a la puerta y no se le abre

Es la versión actual de la parábola del rico epulón y el miserable Lázaro: la inmigración vista desde las víctimas. Es decir, dejar a un lado las dimensiones políticas, económicas o sociales del fenómeno migratorio para visibilizar el aspecto humano: el dolor de quienes se atreven a emprende el calvario hacia un mundo mejor y la humillación sufrida, cuando llegan allá, si es que llegan allá.

Por Heriberto Herrera
sacerdote salesiano

Cuando cayó la Muralla de Berlín, hubo fiesta en el mundo entero. La fiesta duró poco, pues otras murallas comenzaron a surgir: el racismo, abierto o latente, que comienza a tomar fuerza en casi todos los países ricos.

Ser extranjero pobre se está convirtiendo en una maldición. Se le necesita, pero no se le quiere. Se le explota, pero se le margina. Abierta o sutilmente, el mensaje es cruel: no te queremos aquí, vete a tu tierra, eres nuestra vergüenza.

Pero la oleada de inmigrantes es imparable. Mientras haya un mundo de riqueza concentrada frente a miles de millones de desesperados, la fuerza magnética de la necesidad empujará a las masas humanas en una sola dirección: sobrevivir en los países de la abundancia.

Es la versión actual de la parábola del rico epulón y el miserable Lázaro: la inmigración vista desde las víctimas. Es decir, dejar a un lado las dimensiones políticas, económicas o sociales del fenómeno migratorio para visibilizar el aspecto humano: el dolor de quienes se atreven a emprende el calvario hacia un mundo mejor y la humillación sufrida, cuando llegan allá, si es que llegan allá.

El magisterio de la Iglesia acentúa, al respecto, líneas que iluminan el tema: fraternidad universal, valores multiculturales, amor al prójimo, dignidad de toda persona humana, opción por los más pequeños.

Afirma el papa Francisco: “Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí. Por otra parte, cada hermana y hermano que sufre, abandonado o ignorado por mi sociedad es un forastero existencial, aunque haya nacido en el mismo país. Puede ser un ciudadano con todos los papeles, pero lo hacen sentir como un extranjero en su propia tierra. El racismo es un virus que muta. fácilmente y en lugar de desaparecer se disimula, pero está siempre al acecho.” (cf Todos Hermanos, 97)

“Tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber…”, dice Jesús.

Sacerdote salesiano.

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Cristianismo Migración De Personas Opinión

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