Si usted sigue pensando que la discusión acerca del derecho a la vida del no nacido versus el “derecho” de la mujer a decidir sobre “su propio cuerpo” y cortar de raíz la vida humana en su vientre, es un asunto religioso, de creencias, de dogmas… déjeme decirle que está anclado en una posición superada hace ya muchos años.
Lo actual, lo que se discute ahora, es que cada vez más humanistas no religiosos, ateos y agnósticos que -como alguien escribió- “no tienen más sistemas de creencias que la ciencia” están librando la batalla pro vida en el primer mundo.
“Rehumanize International”, “Secular Pro-Life”, “Equal Rights Institute” y “Progresive Anti-Abortion Uprasing” son todos grupos pro vida liderados por personas no religiosas. Luchadores que siguen lo que la ciencia muestra respecto a la vida humana durante la gestación, y que combaten por la defensa de los derechos humanos de todos los seres humanos; incluyendo, claro está, los derechos del no nacido.
El director de Rehumanize, Herb Geraghty, ha declarado explícitamente que “uno no necesita, en absoluto, creer en Dios para oponerse a que se le quite intencionalmente la vida a un ser humano”. De la misma manera Monica Snyder, directora de Secualr Pro-Life declara que está en contra de la interrupción del embarazo porque, simplemente, es una acción que “destruye seres humanos”… y añade: “Son los activistas pro aborto quienes quieren hacer que el debate sea religioso, porque la biología no apoya su postura en absoluto”; y, claro está, cuando la ciencia (el modo más objetivo de conocer la realidad) no está de tu parte, no te queda más remedio que echar mano de la religión para desacreditar a quienes no piensan como tú.
Todo se reduce, en último término, a la cuestión más importante: ¿Cuándo comienza la vida humana? Una pregunta que no tiene respuesta desde la religión, ni desde la sociología, ni siquiera desde las opiniones más populares… sino, simplemente, desde la biología.
Es lo que Steven Jacobs, un investigador de la Universidad de Chicago, se planteó con el objetivo de analizar el debate sobre el aborto en los Estados Unidos. Jacobs entrevistó a unos cinco mil quinientos biólogos originarios de ochenta y seis países, a quienes propuso responder a tres preguntas: ¿es el cigoto un mamífero? ¿Si es un mamífero, su vida como tal comienza en la fecundación? Y, si la respuesta a la pregunta anterior es afirmativa ¿podría decirse que, de acuerdo con la biología del desarrollo, este ser vivo es un individuo de la especie humana?
El porcentaje de acuerdo respecto a las dos primeras preguntas fue del 90%, mientras que para la tercera la respuesta positiva rondó el 75%. Como el 25% que respondió de manera diferente alega para su afirmación razones no científicas, Jacobs -en el más riguroso método científico- termina constando que nueve de cada diez expertos en biología están de acuerdo en que la vida humana comienza en el momento mismo de la concepción, y, consecuentemente, cualquier interrupción de la gestación en su proceso natural de desarrollo constituye un atentado en contra de la vida de un ser humano…
Qué lejos queda, por cierto, aquello de “mi cuerpo mis derechos”, “mi cuerpo, mis reglas”, que se sigue repitiendo como una especie de mantra entre quienes, ciegos a la evidencia, prefieren apuntarse al oscurantismo con tal de defender lo que consideran un “derecho” de las mujeres respecto a sus decisiones acerca de continuar o no con un embarazo.
Ahora bien, si la cuestión meramente científica acerca del comienzo de la vida humana y acerca del estatus humano del producto de la concepción en el útero materno está cerrada por parte de la ciencia ¿por qué sigue habiendo un buen número de personas que postulan el aborto como derecho de la madre ignorando los derechos del no nacido?
Ingeniero/@carlosmayorare