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OPINIÓN: El túnel

Por Manuel Hinds
Máster Economía Northwestern

¿Entiende la gente lo que está pasando en el país? Unos pocos días antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, que inauguró treinta años de terrible destrucción en el mundo entero, el novelista francés André Guidé escribió: “Estamos preparándonos para entrar a un largo túnel lleno de sangre y oscuridad”. Cuando estaba al borde de estallar, el ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido dijo: ¨Las lámparas se están apagando en toda Europa; no las volveremos a ver encendidas en nuestras vidas¨.


El 15 de septiembre de 2022 el presidente de El Salvador anunció que va a correr para reelegirse en las elecciones de 2024. Muchos en el público y más allá aplaudieron entusiasmados, conscientes de que estaba violando la Constitución en sus cláusulas pétreas, que prohíben sin la más mínima duda la reelección en períodos consecutivos, y de que este era realmente el anuncio de una presidencia de por vida. Pero no estaban, ni están, conscientes de que, para lograr lo que quería, el presidente estaba abriendo la puerta para que El Salvador entre en un túnel así, lleno de sangre y oscuridad, ni parecen haber entendido que las lámparas se están apagando en el país. No las volveremos a ver encendidas en nuestras vidas, no sólo por el régimen que el presidente está imponiendo sino por todo lo que quedó abierto para muchos otros actores que medrarán en un país regido por la arbitrariedad y por toda la sangre que se verterá en sus pleitos por el poder, por décadas en el futuro.

El túnel es mucho más grande que el presidente. Detrás de lo que él anunció está el caos primario de una sociedad que allí soltó sus amarras con las leyes y las instituciones que tardaron 200 años y que conllevó muchos conflictos sangrientos para afianzarse. Es increíble que haya mucha gente que cree que una burla a la constitución tan burda como esta va a afectar solo el cumplimiento de las leyes que se refieren a las elecciones y que sólo al presidente actual se le ocurrirá que se puede saltar cualquier límite legal para lograr lo que quiere. Creen que todo lo que está en la mesa es si el presidente actual se va o se queda por un período más. Es mucho más que eso. Con su discurso el presidente mostró que en este país no hay nada sagrado, que todo se vale y que todo se puede agarrar, apropiar, y violar. Y todos lo oyeron y lo aprendieron.


La mayoría de la gente no parece haber entendido que esa es la ley de las maras y que naturalmente lleva a conflictos de todos contra todos, de matón contra matón, de loco por el poder contra loco por el poder, sin el orden introducido por las instituciones. La gente no se ha dado cuenta tampoco de que, con su asentimiento a la violación de las normas constitucionales, está asintiendo a que, tarde o temprano, el caos se apodere del país. Para contrarrestar este caos se necesitará cada vez más violencia, y esta violencia generará cada vez más caos. Este es el túnel, del cual conocemos la entrada, pero no la salida.


Es increíble que la gente no realice que para mantenerse en el poder en un país así un presidente necesita formar una estructura clientelar que llegue hasta las comunidades para controlarlas, y que estas células van a sentir que, como las maras, tienen derecho a hacer lo que quieran. Y contra ellos no habrá manera de defenderse. Serán como las maras pero oficiales.


Es irónico que esta gente, que ha visto de cerca la monstruosidad de las maras y que debería saber que son el producto de la falta de ley en las comunidades, apoye un cambio de régimen a nivel nacional de constitucional a arbitrario, llevando así la lógica de las maras a todas las dimensiones de la vida del país. Las maras podrán estar en la cárcel, pero el espíritu de las maras está tomándose el país—con otra gente, con caras distintas, pero con el mismo efecto.


Todo esto está llevando a un colapso moral al país entero, un colapso que se va volviendo peor mientras más impotentes se vuelven los ciudadanos. Desde que todo esto empezó, desde que podía detenerse con poco esfuerzo, la mayoría o ha apoyado que le quiten su libertad o ha dicho que no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Esto también corrompe. Como escribió Nina Witoszek, famosa socióloga del autoritarismo: “Si es cierto que el poder absoluto corrompe absolutamente, también es cierto que la impotencia absoluta corrompe absolutamente. Sin la capacidad de tomar decisiones no puede haber elección para actuar moralmente. La impotencia corrompe al erosionar el sentido de la responsabilidad personal…”.

El pueblo ha buscado ponerse en esta situación, creyendo que así evade su responsabilidad por su propio destino y así se está degradando visiblemente, como ha pasado en Cuba, Venezuela, y Nicaragua. Por esta degradación es que hay países que sufren en silencio cuando les quitan su libertad, como Cuba, Venezuela, y Nicaragua. Pero hay otros que no.

Máster en Economía
Northwestern University

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Balances Políticos Opinión

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